Toda empresa requiere de unos objetivos claros, ejecutivos, dinámicos y emprendedores, capacitados y solidarios. Además de una relación fluida y constante con su entorno, a lo interno y externo de sus límites de funcionamiento, propiciando un entendimiento eficaz en el plano vertical entre ejecutivos o dirigentes y horizontal, con los iguales en el plano empresarial.
Esto es necesario para garantizar que la empresa pueda adaptarse al difícil engranaje del sistema de intereses y competencias que se establecen entre las múltiples corporaciones: productivas, de servicios, de apoyo gerencial, de desarrollo técnico y tecnológico, comunicacionales, publicitarias, de mercadeo, etc, que conforman la telaraña de conexiones e interrelaciones corporativas.
Una empresa no puede verse como una isla en medio del océano de oportunidades. Una empresa es una alternativa de desarrollo personal, grupal y social, en la cual intervienen innumerables intereses que se entrecruzan en una madeja de movimientos que comprometen muchos factores.
Si las oportunidades son amplias, dependiendo del momento y de la ubicación geográfica, las posibilidades de perderse en ellas son infinitas también. Eso se mueve como un laberinto que puede perderse en el intrincado camino hacia la meta, porque hay un solo camino que nos lleva a ella con las posibilidades de triunfo. Así se comportan las iniciativas de negocios o emprendimiento.
Los fracasos son parte de lo que planificamos, aunque inconscientemente, es decir, sobrevienen de una manera fortuita sin siquiera imaginarlo. Ellos están allí, como una espada de Damocles, pendiendo sobre nuestro destino y acechando para caer sobre las ilusiones y aspiraciones de muchos, como nosotros, que aunque luchen con todas sus fuerzas encuentran piedras, pequeñas o grandes, que hacen que el objetivo final o no se logre o se posponga, retardándolo en la agenda de cosas por cumplir.
Pero así es la vida, llena de obstáculos, con la voluntad humana de frente para superarlos y ponerlos a nuestros servicios: la resiliencia. Lo negativo hagamos que actúe a nuestro favor y que nos obedezca. Aquí entra una virtud de la conducta que es la perseverancia y la constancia. “El que persevera, vence”. Y con la constancia podemos superar cualquier fracaso, error u obstáculo.
En cualquier empresa, negocios, actividad corporativa pequeña o grande, equipada con las herramientas del saber, puede dirigir con acierto esas tareas, con equipo competente y psicológicamente blindado, para alcanzar las metas y lograr los objetivos establecidos.
El compromiso del ser humano es consigo mismo, con su familia y con la sociedad, en sentido amplio, a ellos les debe cumplir con hechos las tareas para las que lo han llamado. Persona y empresa, empresa y persona, deben verse como un binomio sincronizado, no como una dicotomía que actúa cada quien por su lado, porque al final de cuentas, el ser humano es el hacedor de ésta, la empresa no puede funcionar sin la inteligencia de aquel.
La persona actuaría como el motor que planifica y detona todas las iniciativas camino al logro. Esa persona trocada en ejecutivo, en trabajador, en promotor, tendrá sobre sí la gran responsabilidad de manejar con equilibrio y ponderación las circunstancias que se irán creando, activando las medidas y soluciones adecuados que se requieran para seguir adelante.
La relación con el entorno forma parte de la gestión empresarial, cuidar de los empleados, familiares y sociedad en general debe ser parte de los objetivos de una organización. Y es que, como dijo Jack Welch “la responsabilidad social empieza en una compañía competitiva y fuerte. Sólo una empresa en buen estado puede mejorar y enriquecer la vida de las personas y sus comunidades”.