Si nos ponemos a pensar en las posibilidades de éxito de alguna iniciativa que emprendamos, seguramente no vamos a encontrar de inmediato respuestas concretas que actúen a favor de la puesta en marcha de un proyecto. Siempre los comienzos son difíciles e inciertos, aún cuando tengamos cubiertas las variables más significativas que intervengan en el emprendimiento que nos ocupa.
Una cosa es la idea plasmada en un proyecto teórico, otra cosa es la realidad de llevarlo a la práctica, ponerlo en ejecución. El choque de la idea y la realidad tendrá un impacto importante en el estado anímico de los ejecutores y en general en el desarrollo de los planes establecidos.
A pesar de las enormes posibilidades que proporciona el amplio ámbito de áreas que surgen de las propias actividades humanas, y que exigen cada vez más servicios, es menester tener presente que ese cúmulo de alternativas requiere de un mayor rango o nivel de preparación por la especificidad, complejidad y competitividad que va a dominar en las relaciones de ese mundo de la productividad y mercadeo modernos.
Ya no todo se puede manejar en directo, vía personal. Ahora entran en juego el uso de tecnología, de mecanismos de comunicación, de avance en la red y en el diseño de mensajes que cubren un espectro mucho mayor, con una intensidad y profundidad que llegan más lejos.
Entonces, se hace necesario entender que el éxito no puede estar supeditado a los buenos deseos de los emprendedores, sino que debe llevar el respaldo de todo un ensamblaje de posibilidades que, con apego a la realidad, pongan a funcionar las ideas más innovadoras que aseguren el éxito definitivo de los proyectos que se lleven a cabo.
¿Podemos hablar de una receta que nos asegura el éxito en el emprendimiento? Sin duda que no. No existe una guía inflexible y rigurosa que nos garantice que cumplir con ella nos llevará inexorablemente al éxito. Éste responde a criterios que dependen de cada proyecto, de sus ejecutores, de los imprevistos que acuden sin cita previa para entorpecer cualquier iniciativa.
Sin embargo, podemos reunir algunos criterios que pueden servir de orientación a las posibilidades de llevar a feliz término las iniciativas de emprendimiento. A saber:
- Tener conocimiento y preparación en el área que vayamos a abordar. No podemos involucrarnos en proyectos que desconocemos y cuya naturaleza nos resulte incomprensible. Debemos tener claro lo que se propone y a dónde se quiere llegar
- Rodearnos de personas con gran iniciativa, con dominio de trabajo de equipo y con criterio para tomar decisiones
- Planificar con base en los recursos disponibles, sin sobrepasar o exceder los objetivos establecidos
- Tener una visión de adaptabilidad y revisión permanente para corregir en el camino las fallas y errores cometidos
- Exigirse y exigir al equipo el mayor y mejor de los esfuerzos con estándares de calidad, para llevar a feliz término lo propuesto
- Asumir que los proyectos necesitan de cuidados especiales durante sus inicios, por lo que hay que redoblar esfuerzos y entender que los beneficios no se obtendrán de inmediato
- Contar con un financiamiento razonable que no comprometa las posibilidades económicas del proyecto en marcha
- Entender la complejidad del mundo de los negocios de hoy y estar preparado para utilizar las mejores estrategias para competir sin desventaja
- Buscar asesoría en áreas específicas para lo que se requiere experiencia y conocimiento muy especializado.
Un interim manager, a través de los servicios de mentoring de startups, podría resultar un gran apoyo a los emprendedores que se inician en el mundo de los negocios, por su experiencia en el área de asesoría. Recurrir a ellos es una posibilidad cierta de éxito. Sus consejos, iniciativas y recomendaciones pueden abrir caminos, destrabar entuertos o desenredar nudos que no permiten el flujo rápido de las decisiones.
¡Que no te de miedo emprender! Hacer haciendo, los consejeros de startups te ayudan a poner en marcha tus ideas.