– ¿Transformación digital? ¿Para qué sirve eso, si hasta ahora hemos hecho las cosas así y siempre nos ha funcionado?
– Sí, pero, ¿cuánto tiempo dedicáis a actualizar esa información analítica en Excel para conocer los cierres?
– Bastante, pero nos merece la pena, la información que incluimos es muy completa y hasta podemos conocer el margen de contribución con ciertas suposiciones sobre los inventarios.
– Ya, ¿pero eso no te lo da directamente el ERP?
– ¿ER qué…?
– Estamos mejor que nunca, pero un poco como siempre…
La percepción es propiedad individual, pero la realidad es la que es
“Estamos mejor que nunca, pero un poco como siempre”, argumentaba finalmente un empresario a otro en esa conversación cordial, con cierta sorna y transmitiendo unos sentimientos enfrentados bien medidos.
Curiosa expresión. Con poco que medité sobre ella, se me vinieron a la cabeza multitud de situaciones cotidianas y personales que podría igualmente utilizar para su descripción. Pensé que además de socorrida era agraciada, porque utilizándola para iniciar una conversación regalaría un momento seguro de atención y silencio del público asistente con los que apoyar mi relato.
Esa interpretación del concepto de tiempo presente en su proyección desde el pasado es posible porque tenemos una experiencia vital y un conocimiento histórico que nos permite establecer una separación entre un antes y un después, un tiempo anterior y un tiempo posterior, en la identificación de diferencias cuantitativas o cualitativas.
La mente humana es tan maravillosa que en la toma de conciencia de esas diferencias, nos permite marcar una línea imaginaria separadora en el tiempo, entre un momento pasado y otro presente, como si no hubiera habido transición entre ellos y como si hubiéramos estado durmiendo mientras tanto (o dormidos, aunque ya nos enseñó Cela que no es lo mismo).
Cualquier tiempo pasado no fue mejor
En esta historia contemporánea en la que vivimos estamos siempre de revolución en revolución, de crisis en crisis y de cambio en cambio. Desde la Primera Revolución Industrial, coetánea de la Revolución Francesa, hemos vivido una segunda y hasta una tercera. Han sido evidentes los cambios que se han producido en la sociedad desde la fabricación de la primera máquina de vapor hasta la utilización generalizada de las energías renovables y el acceso masivo y barato a Internet, pasando por la utilización de nuevas fuentes de energía como el petróleo o la electricidad.
Al respecto de ello, nos resultaría entonces fácil trazar esa línea imaginaria entre revoluciones, sobre todo porque conocemos por la Historia el medio de vida y condiciones en que se desenvolvieron las sucesivas generaciones, en la adaptación a esos descubrimientos técnicos y tecnológicos.
Pero la realidad es que en la Historia el cambio y la adaptación fueron progresivos y sobre todo desiguales entre las diferentes sociedades de la época. Las líneas temporales son una ilusión de nuestra mente. Existieron continentes, países, ciudades y dentro de ellas, clases sociales estratégicamente posicionadas que pudieron conocer, desarrollar y aplicar los avances tecnológicos y el conocimiento generado, muy poco a poco, década tras década, frente a la inaccesibilidad de otras clases o de otras sociedades que aún seguían inmersas en el Medievo. Y no solo eso, sino que también su progresión fue desigual, más rápida o lenta cuanta más o menos avanzadas se encontraban técnica y tecnológicamente.
El progreso no es en blanco y negro, sino en toda regla en una escala de grises. Y el pasado estuvo lleno de grises oscuros.
El comportamiento paradójico del progreso
Pero paradójicamente, a medida que atravesábamos revoluciones, el progreso se fue acelerando exponencialmente en el tiempo y gracias al desarrollo de los transportes y de las comunicaciones, fue invirtiendo su tendencia de clara divergencia tecnológica hacia una tecnología convergente de fácil acceso para todos. Esto es, el entorno socioeconómico global ha ido favoreciendo poco a poco la democratización en el acceso a los productos y servicios, en particular a los tecnológicos y a la información, con una conectividad global razonablemente barata. Con todo, considerando por supuesto que la situación sociopolítica global y de los países mantendrá, siempre forzadamente, ciertos desequilibrios y desigualdades.
Y es curioso que, en esa tendencia a indiferenciarnos tecnológicamente del resto, nos sigamos sorprendiendo de los cambios que estamos viviendo en los últimos años. Esta vez no por esas diferencias significativas de estatus o de tiempo entre épocas, sino por el cambio tan vertiginoso que respaldamos con nuestra experiencia vital. Es decir, volvemos a marcar esas líneas imaginarias en la apreciación de cambio, ya no por el sufrido entre décadas, sino por el producido en muy pocos años.
El progreso es sobre todo oportunidad…y decisión
Pero justo ahora, en este preciso instante, es cuando podemos decir que históricamente vivimos el momento de mayor igualdad de oportunidades, práctica, en el acceso a los productos y servicios, a la tecnología y a la información. Es ahora cuando, en esa convergencia marcada por el progreso, la libertad de las personas es la que se empodera para decidir aprovechar las oportunidades que ofrece la tecnología, erigiéndose maravillosamente como elemento diferenciador en competencia con el resto de los congéneres.
Es decir, ahora el hecho diferencial no es la técnica o la tecnología, es la misma decisión.
Sobre el pasado ya no podemos hacer nada, pero sí actuar decididamente sobre el presente. Solo en nuestra toma de decisiones actual conseguiremos atravesar, en su proyección dentro de muy pocos años, hacia aquel lado de la línea imaginaria donde se encontrarán los que se diferenciaron y pervivieron, aprovechando las oportunidades que la tecnología les puso en bandeja.
Rompamos las líneas. Tomemos la decisión de romperlas.
La moraleja
– Si es que hasta ahora hemos hecho las cosas así y siempre nos ha funcionado
– Si es que ya no tengo edad para ponerme al día en las nuevas tecnologías.
– Si es que los que controlan las redes sociales son mis hijos, si lo necesitara contaría con ellos.
– Si es que en la empresa no disponemos de tiempo para cambiar o transformar nuestra forma de hacer.
– Si es que eso de la Transformación Digital es una moda.
“Estamos como nunca, pero un poco como siempre”